Cartas de San Juan de Dios

CARTA 1ª A LA DUQUESA DE SESA.

Destinatario:
Dª María de Mendoza, Duquesa de Sesa.

Motivación:
Agradecer su generosidad y suplicarle nuevas limosnas para sus actuales necesidades.

Contenido:
Se empeña en tres ducados por asistir a los pobres en Alcaudete.

Los ángeles tienen asentada su limosna en el libro de la vida. Anillo. Alba y candeleros.

El buen Duque regresará con salud de alma y cuerpo.

Recomienda a la Duquesa:
Permanecer en oración.
Acudir a la Pasión de Cristo en sus desconsuelos.

Suplica de su generosidad, por medio de Angulo:
Ayuda para arreglar la casa.
Ayuda para socorrer a unas pobres doncellas en Córdoba.

Con humilde saludo recuerda a todos los servidores de su casa.

CARTA 1ª A LA DUQUESA DE SESA.

Esta carta sea dada a la muy noble y virtuosa señora doña María de Mendoza, Duquesa de Sesa, esposa del generoso señor don Gonzalo Fernández de Córdoba, virtuoso y buen caballero de nuestro Señor Jesucristo, deseosa de servirle. Amén Jesús. Sea dada en su propia mano en Cabra (Córdoba), o donde estuviere. Amén Jesús.

En el nombre de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra Señora la Inmaculada Virgen María.

Sea Dios preferido a todas las cosas del mundo. Amén Jesús.

Dios os salve, hermana muy amada en Jesucristo, la buena Duquesa de Sesa, a vos y a todos los de vuestra compañía y a cuantos Dios quisiere y mandare. Amén Jesús.

La presente será, virtuosa Duquesa, para haceros saber como tan pronto me separé de vos, vine a Alcaudete (Jaén) para ver a doña Francisca, y de allí me dirigí a Alcalá la Real (Jaén), donde estuve muy enfermo cuatro días.

Me empeñé en tres ducados para socorrer a ciertos pobres muy necesitados, porque hallé todos los principales de Alcalá muy revueltos contra el Corregidor. Una vez curado salí para Granada, sin pedir en Alcalá. ¡Dios sabe la necesidad con que me esperaban los pobres!

Hermana mía en Jesucristo, la buena Duquesa, la limosna que me hicisteis y los ángeles la tienen asentada en el libro de la vida. El anillo está bien empleado, que dos pobres llagados hice vestir y compré una manta con lo que me dieron por él. Esta limosna está delante de Jesucristo rogando por vos. El alba y los candeleros puse luego sobre el altar en vuestro nombre, para que alcancéis parte en todas las misas y oraciones que aquí se dijeren. Quiera nuestro Señor daros por ello el galardón en el cielo.
Dios os pague el buen recibimiento que me hicisteis vos y todos los de vuestra casa. Dios reciba vuestra alma en el cielo y la de todos cuantos hay en esa casa.

Mucho tengo que agradecer a todos los señores de Andalucía y Castilla, pero mucho más al buen Duque de Sesa y a todas sus cosas; mucha es y muy grande la caridad que de su casa he recibido y de todas sus cosas. Dios se lo pague cuantas veces me ha sacado de apuros y desempeñado.
Quiera nuestro Señor Jesucristo traerle con bien y le dé hijos de bendición.

Buena Duquesa, lo que me encomendásteis, ya me entendéis, siempre lo he tenido en la memoria. Sea Dios preferido a todas las cosas del mundo, confiando sólo en Jesucristo , que es la perfecta certidumbre.

Digo yo, Juan de Dios, si Dios quisiere, que con la ayuda del Señor el Duque vendrá muy pronto y con salud de alma y cuerpo; cuando llegue, le preguntaréis lo que yo os dije y veréis si es verdad.

Confiad solo en Jesucristo: ¡Maldito el hombre que confía del hombre!, de los hombres has de ser desamparado, que quieras que no, mas de Jesucristo no, que es fiel y durable: todo perece excepto las buenas obras.

Siempre, buena Duquesa, andad a duerme y vela el pie en el estribo, pues estamos si bien lo miramos, en una continua guerra con el mundo, el diablo y la carne, y siempre es necesario que miremos por nosotros; pues no sabemos la hora que llamarán a la puerta de nuestra alma, y cual nos hallaren, tal nos juzgarán.

Cuando os fuéreis a acostar, buena Duquesa, signaros y santiguaros. Reafirmaros en la fe diciendo el Credo, Páter Nóster, Ave María y Salve Regina, que son las cuatro oraciones que manda decir la Santa Madre Iglesia; mandad que las digan todas vuestras doncellas y criadas, yo creo que siempre las mandáis que las digan, pues ya les vi decir la doctrina cristiana cuando estuve allí.

Muy desconsolada estaréis, hermana mía, la buena Duquesa de Sesa, que me han dicho que se marcharon don Álvaro y don Bernardino: Jesucristo vaya con sus almas y los guíe con bien a la presencia de vuestra virtuosa y humilde doña María de Mendoza. No estéis desconsolada, consoláos con sólo Jesucristo. No querráis consuelo en esta vida, sino en el cielo, y si Dios os le quisiera dar aquí, dadle siempre gracias por ello.

Cuando os viéreis apasionada, recurrid a la Pasión del Señor y a sus preciosas llagas y sentiréis gran consolación. Mirad toda su vida, ¿qué fue sino trabajos, para darnos ejemplos? De día predicaba y de noche oraba; pues nosotros, pecadorcitos y gusanitos, ¡para qué queremos descanso ni riqueza, pues aunque tuviéramos todo el mundo por nuestro, no nos haríamos un punto mejores, ni nos contentaríamos con más que tuviésemos! Sólo aquel está contento que, despreciadas todas las cosas, ama a Jesucristo. Dándolo todo por el todo, que es Jesucristo, como vos lo dais y lo queréis dar, buena Duquesa, mostráis que queréis más a Jesucristo que a todo el mundo, confiando siempre en Él y por Él queréis a todos para que se salven.

¡Oh, buena Duquesa! Como la casta tortolica estáis sola y apartada en esa villa, fuera de la conversación de la Corte, esperando al buen Duque, vuestro generoso y humilde marido, en continuas oraciones y limosnas, haciendo siempre caridad, porque le alcance parte a vuestro virtuoso marido, el buen Duque de Sesa, y le guarde Cristo el cuerpo de peligro y el alma de pecado. Quiera Dios traerle presto a vuestra presencia y os de hijos de bendición, para que siempre le sirváis, le améis y le ofrezcáis el fruto que os diere para que de ello se sirva.

Mucho os debe el Duque, pues siempre rogáis por él, y tenéis tanto cuidado y trabajo en sustentar la casa. Ahí cumplís las obras de misericordia, dando de comer y de vestir. Unos son viejos y otros son jóvenes, y ¿dónde irán sin vos, esas doncellas y dueñas, las huérfanas y viudas? Todos están obligados a serviros y seros leales, y vos a hacerles el bien, que Dios a todos quiere.

Si mirásemos cuan grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras pudiésemos, ya que dando nosotros por su amor lo que Él nos da, nos promete el ciento por uno en la bienaventuranza, ¡oh bienaventurado logro y usura!, ¿Quién no da lo que tiene a este bendito mercader, pues hace con nosotros tan buen negocio y nos ruega los brazos abiertos, que nos convirtamos y lloremos nuestros pecados, y hagamos caridad, primero a nuestras almas y después a los prójimos?, porque así como el alma mata el fuego, así la caridad al pecado.

Hermana mía en Jesucristo, habéis de saber que estoy en gran trabajo, como mi compañero Angulo os lo puede decir; estoy renovando toda la casa, que estaba muy perdida y llena de goteras, y con esta obra me hallo en gran necesidad. Por esto, he decidido escribir a Zafra (Badajoz), al Conde de Feria y Duque de Arcos, ya que está allá el Maestro Ávila, que será buen intercesor y me enviarán algún socorro para salir de apuros: pienso que lo harán con ayuda de Jesucristo.

Hermana mía, siempre os causo molestias, mas yo espero en Dios que algún día os será descanso para vuestra alma. Quiero comunicaros que el otro día, cuando estuve en Córdoba, caminando por la ciudad, hallé una casa con gran necesidad, en la que habitaban dos doncellas que tenían al padre y la madre enfermos en la cama, tullidos diez años hacía. Tan pobres y maltratados los vi, que me quebraron el corazón. Estaban desnudos, llenos de miseria, y con unos haces de paja por cama. Socorrílos con lo que pude, porque andaba deprisa negociando con el Maestro Ávila, más no les di como yo quisiera. El Maestro Ávila me mandó salir en seguida, y que me volviese a Granada. Con estas prisas dejé encomendados estos pobres a ciertas personas y pusierónlo en olvido, o porque no quisieron o no pudieron más. Me han escrito una carta que me han hecho quebrar el corazón de lo que me enviaban a decir.

Yo estoy en tanta necesidad, que el día que debo pagar a los que trabajan, se quedan algunos pobres sin comer. Dios lo sabe y os lo manifieste, que no me hallé sino con un real, que di a Angulo para el camino. Buena Duquesa, yo quiero, si Dios fuere servido, que ganéis vos esa limosna que aquéllos perdieron, que son cuatro ducados: los tres para aquéllas pobres que compren dos mantas y dos faldellines, que más vale un alma que todos los tesoros del mundo, y no pequen aquéllas doncellas por tan poca cosa; el otro ducado será para Angulo, mi compañero, con el cual vaya a Zafra y vuelva, que lo estoy esperando hasta que venga con algún socorro. Más obligada sois a vuestros vasallos que no a los extraños, más dar acá o dar allá, todo es ganar: mientras más moros, más ganancia. Si no tuviérais con que poder hacer la limosna volverá Angulo a vender dos cahices de trigo a Alcaudete, y si se la diéreis, ya sabe él lo que debe hacer y donde viven aquéllas pobres.

Hermana mía, daréis gracias y mis saludos al ama vuestra en Valladolid, a todas esas doncellas, a la que canta y a todas las de la casa, también a mosén Juan.

Nuestro Señor Jesucristo os guarde, mi buena Duquesa. Vuestro menor y desobediente hermano, Juan de Dios, si Dios quisiere muriendo, más empero callando y en Dios esperando, el que desea la salvación de todos como la suya misma. Amén Jesús.

Buena Duquesa, si le diéreis esa limosna, dadle una carta de dos renglones para que me la traiga y sepa si la hicisteis, y al trigo su tiempo le vendrá. Despachadlo presto a Angulo, con lo que Dios quisiere y mandare y vos le dieréis. Amén Jesús.