CAPITULO V

VUELTA A ESPAÑA: GIBRALTAR (1538)

Desembarca Juan en el puerto de Gibraltar al principio del verano de 1538, a sus cuarenta y tres años y con una buena experiencia de vida, llena de luces y sombras, pobre sin nada más que lo puesto, sin rumbo fijo, como un fugitivo por seguir los consejos del fraile franciscano y sobre todo con el sentimiento de haber estado a punto de perder su fe.

Juan vive al día, no pasa hambre, gana su sustento como mozo, recadero, cargador, pero la idea del Islam y su deseo de buscar un camino le hace entrar en una Iglesia y ante la imagen de un crucifijo, se encomienda al Señor y da muchas gracias a Dios, diciendo:

Bendito seas Señor, que es tanta tu bondad, que a un pecador como yo lo libraste de tan gran engaño y tentación, trayéndome a buen puerto donde procuraré servirte, ayudado de tu gracia. Y así, te suplico que no apartes de mí tus ojos y me enseñes el camino por donde pueda servirte, da paz y quietud a mi alma para que halle lo que tanto deseo, pues eres mi Señor hazme digno de poder servirte de todo corazón.”

Podemos darnos cuenta por la oración que la tradición nos ha transmitido que son tres las inquietudes de su alma:

Haber sido librado de la tentación de abandonar el cristianismo.

Conseguir la paz de su alma.

Tener claro cuál es el lugar al que tiene que encaminarse para poder servir al Señor.

Estuvo varios días rondando por las Iglesias y trabajando en lo que hallaba. Como gastaba poco, fue haciéndose de algunos ahorros.