Crónica ceremonias de Vela del Santo Sepulcro e Investidura de los días 27 y 28 de Marzo de 2009
Vela del Sepulcro de San Juan de Dios
En la noche del 27 de Marzo los dos Caballeros que iban a ser investidos, con sus capas pero sin mucetas, congregados junto al Decurión postulante, en la sacristía de la Basílica de San Juan de Dios de Granada hicieron promesa de cumplir fielmente los estatutos de la asociación y guardar silencio en todo aquello que demande el Gran Maestre. Los acompañaban un conjunto de Caballeros y una Dama, además de un gran número de Decuriones y Escuderos.
De esta forma comenzó la Solemne Vela del Santo Sepulcro de San Juan de Dios. Esta ceremonia es de carácter más íntimo que la investidura, donde no pueden asistir invitados ni familiares; sólo acudieron los postulantes de los distintos grados de la orden y aquellos miembros ya investidos que así lo desearon.
Se inició la entrada en la basílica precedida por la bandera de la Orden y la espada del Gran Maestre, seguida del resto de espadas, cruz, ciriales y Evangelios. Las armas eran portadas por los Decuriones de la Orden, como símbolo de protección del Sepulcro de San Juan de Dios.
Situados cada uno en su sitio en la basílica comenzaron los ritos iniciáticos de la Vela, seguidos de una homilía que el Gran Maestre y también Rector de la Basílica de San Juan de Dios, dirigió a los allí presentes.
El Gran Maestre inició la homilía indicando que la vela del Santo Sepulcro es un momento íntimo donde los Caballeros que se van a investir toman conciencia de los fines de nuestra Orden y de la espiritualidad de San Juan De Dios.
Prosiguió diciéndonos que la vela es un tiempo de reflexión personal para comprometerse con los valores de los Caballeros del Santo Sepulcro de San Juan de Dios. Se trata de mantener la basílica en todo su esplendor como nos ha llegado hasta este momento y también mantener el Santo Sepulcro de San Juan de Dios que está alojado en ella y que se visita en esta ceremonia de vela.
Fray Juan José nos recordó que la salvaguarda del Santo Sepulcro es necesaria por si llegara el caso, ya que no sería la primera vez en la historia que los restos de San Juan de Dios han tenido que salir de la basílica por diversas contiendas. Es por ello que nos indicó que existe el Caballero Clavario que es custodio de las llaves del Sepulcro y que tiene como misión poner a buen recaudo los restos de San Juan de Dios. Pero esto no es importante porque las reliquias permanezcan en el tiempo sino por que se está guardando el símbolo que representa el espíritu de caridad de un hombre que se desvencijó por los pobres.
Continuó leyéndonos un fragmento de la carta a los Corintios por el apóstol San Pablo que dice: Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo caridad, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de premonición, conocer los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo caridad, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo caridad, de nada me sirve.
De esta forma el rector de la Basílica de San Juan de Dios nos comentó que el apóstol San Pablo nos dice que todo esto que tenemos en nuestro alrededor, todo este esplendor que es la basílica sin la caridad no sirve de nada y esto es lo que tiene que significar las reliquias de San Juan de Dios. La basílica se construye para hacer un monumento al amor de Dios, a la caridad, por eso en el centro del retablo está el Santo Sepulcro de San Juan de Dios, sus reliquias y toda la basílica se orienta al sepulcro por que ahí está representada la caridad. Todo el esplendor de la iglesia, continuó, nos dice que sino tenemos caridad esto no sirve de nada, que ya podemos hacer lo que hagamos que sino tenemos caridad de nada nos sirve.
Por eso el Gran Maestre les dio el siguiente punto de reflexión para los Caballeros que se investían al día siguiente: lo importante es la caridad de San Juan de Dios, lo importante es mantener el valor de la caridad, lo importantes es ser sensibles a las necesidades de nuestros hermanos. San Juan de Dios nos habla de este amor al hombre ya que nadie era ajeno su corazón. San Juan de Dios, relató, viendo a un padre y a una mujer junto a su hija sufrir, dijo “viendo padecer a estos hermanos y como no los puedo socorrer siento como si se me despedazase el corazón”. Éste es el espíritu de caridad: que cuando nosotros veamos a alguien sufriendo sintamos en nuestro interior como si se nos despedazase el corazón. Este es el gran valor que en esta noche tenemos que reflexionar y profundizar.
Prosiguió explicándonos que el esplendor de la basílica es un espectáculo maravilloso como el que usó Dios con una zarza ardiendo para llamar la atención de Moisés. El espectáculo de la basílica es como una llamada de atención sobre la caridad, escrito con el lenguaje del barroco, un lenguaje de otra época que tiende a ofuscar a los sentidos para que queden anonadados y desde ahí, en esta Basílica, se plantee la caridad.
Para finalizar la homilía nos recordó que nuestra labor como Caballeros es mantener este espectáculo pero sin olvidar que este lugar nos habla de la caridad. Si quitamos el valor que tiene el Sepulcro de San Juan de Dios para la caridad, si el arte no nos lleva a contemplar la caridad, el arte no tiene otro valor.
Una vez terminada la homilía, comenzó la procesión al camarín donde Escuderos, Decuriones, Caballeros y Dama cubiertos iban precedidos por Cruz, ciriales y espadas. Ya en el camarín el Gran Maestre procedió a la lectura de un fragmento de una carta de San Juan de Dios y comenzó el rito de la Vela e iniciación de los postulantes.
Un rato después, comenzó la bajada del Camarín de igual modo a como se había producido su subida y una vez en la basílica, se celebró una Exposición del Santísimo, seguida de oración silenciosa y privada ante Jesús Sacramentado, mientras los miembros de la orden estaban allí postrados. Sólo interrumpió los pensamientos de los allí presentes la Cruz usada en la procesión de entrada, que se desplomó contra el suelo al fallar la fijación en la que se encontraba.
Para finalizar llegó la bendición a los allí presentes y terminó la ceremonia de Vela del Sepulcro de San Juan de Dios.
Investidura de dos Caballeros y un Decurión
En la mañana del día siguiente, sábado 22 de Noviembre, a las 11:30 horas y también en la Basílica de San Juan de Dios tuvo lugar el acto de investidura de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro y Basílica de San Juan de Dios y la investidura de un Decurión.
Se inició la procesión de entrada, precedida por la cruz, los ciriales, la espada a usar en la investidura y la bandera de la Orden. En la procesión de entrada todos los caballeros y decuriones, por llevar éstos y aquellos capucha, iban cubiertos. En esta solemne procesión, no comenzó a sonar el himno de la orden “Deus Charitas Est”, como en otras ocasiones debido a que el coro de la basílica de San Juan de Dios se encontraba grabando un disco. Finalizada la procesión de entrada y llegados la espada y la cruz al altar cada uno ocupó su sitio.
Los miembros de la Orden ya investidos se colocaron en los primeros bancos de la iglesia, y en el trozo de la izquierda de la basílica que separa bancos y altar se situaron los postulantes: Caballeros y Decurión
El Ilmo. Sr. Don Jesús García Muñoz Arcarius de la Orden y Magister Ceramoniarum acompañado del Ilmo. Sr. Don Juan Luís Aguilera Castilla, Prefecto de los grados menores de la Orden y Vicemagíster Ceremoniarum, comenzaron el acto con la presentación del Gran Maestre, el Excmo. Sr. Fray Juan José Hernández Torres. La presentación fue realizada por el Canciller de la asociación, el Ilmo. Sr. Don Andrés Tortosa Muñoz.
El Gran Maestre comenzó indicándonos que los Caballeros que en este día recibirán la muceta y la venera se deben comprometer para velar por la Basílica de San Juan de Dios y sobre todo por el Santo Sepulcro, manteniendo a su vez la espiritualidad de San Juan Dios, que es sobre todo la caridad para toda persona que esté en necesidad.
Prosiguió explicando que la basílica forma un monumento a la caridad como el retablo mayor nos indica. Si observamos los estípites centrales forman una gran vela encendida, donde la llama rodea a la inmaculada concepción quien dio a luz la caridad del amor, iluminando a toda la iglesia, y sobre ella, el Espíritu Santo. En la base de la vela está el sacramento de la caridad, del amor, en el sagrario. Y en el centro de la vela está el Sepulcro de San Juan de Dios el que hizo presente la caridad de Dios entre los hombres. Es un monumento a la caridad, continuó, motivo por el cual los Caballeros se encargarán de mantener vivo este monumento y también la llama de la caridad que es lo que representa.
Nos recordó que la basílica es la casa madre de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, es el punto donde miran todas las casas de la Orden de San Juan de Dios, distribuidas por los cinco continentes. Por supuesto, recalcó, los hermanos de la Orden Hospitalaria están detrás de la Orden de Caballeros y Damas para ayudar y para que podamos hacer realidad nuestro deseo de mantener este monumento y su signo en la sociedad en la que vivimos.
Fray Juan José Hernández expuso que vivimos en una sociedad donde cada vez priman menos los valores pero ciertamente esta decadencia de valores está tocando a su fin. Observó que ya hay escritores que hablan del siglo XXI como el siglo de la espiritualidad, el siglo del espíritu. Continuó, exponiendo que la posmodernidad ha dejado constancia ya de los valores de lo absurdo, la posmodernidad ha dejado ya una sociedad que está falta de valores pero por propio convencimiento de esta sociedad. Indicó que todo toca a su fin. Estos cambios del pensamiento de la sociedad se realizan con lo que denominó la ley del péndulo y cuando unos pensamientos están en su punto más álgido empieza a ir hacia el punto opuesto. Siguió comentando que el siglo XX no pudo tener mayor decadencia que acabar la ausencia de valores, ya que desde su inicios promulgó la muerte de Dios. Por eso el siglo XXI no puede ser de otra manera que el resurgir del espíritu.
Nos hizo prestar atención al hecho que nos estamos enfrentando a una época nueva, que estamos en los albores de una época con grandes y fuertes reminiscencias de la que estamos dejando, pero ya se empiezan a ver el resurgir del espíritu. Si empezamos a ver la música que surge en este siglo XXI todavía tiene mucho de asonancia y mucho de su sentido de absurdo, sin embargo el Gran Maestre nos relató que el otro día escuchó una composición donde dentro de la disonancia se elevaba una breve pieza en gregoriano, es el resurgir del espíritu. Desde el punto de visto cultural es un renacer de los valores del hombre. De está forma nos dijo que la Orden de Caballeros está asistiendo a este renacer de valores, asistiendo a este nacimiento del nuevo espíritu del hombre, donde no sabemos como será esta nueva época ya que tendremos que entrar en ella para comprenderla, pero ciertamente como Caballeros debemos aportar una nueva espiritualidad al nuevo siglo que vivimos. Es una tarea importante que tenemos como Caballeros y Damas del Santo Sepulcro de San Juan de Dios. Nos animó a no sólo resurgir los valores de la estética dentro de la cultura, sino también hacer resurgir los valores de la espiritualidad y de nuestra espiritualidad propia que no puede ser otra que el carisma de la misericordia y el espíritu de la caridad. Por eso nos animó a involucraros sin miedo en este nuevo resurgir del espíritu, a esta nueva opción que está naciendo en la sociedad, el resurgir de la espiritualidad del hombre con su anhelo de trascendencia.
Nos dijo que la mitología, la gran maestra de la enseñanza de todos los tiempos, en el mito de Ícaro, nos muestra el deseo de trascendencia del hombre, deseo de resurgir de si mismo. El hombre que desea llegar al cielo con alas de cera, pero que cuando está cerca del sol se le derriten las alas y vuelve a caer. Ícaro, indicó, es el sentimiento más profundo del hombre de elevarse sobre si mismo, de elevarse sobre la materia; ese valor espiritual es el que tenemos que hacer resurgir en la sociedad actual. Nos animó a no tener miedo a ser pioneros en los valores del espíritu ya que la sociedad está necesitada de estos valores. Hoy más que nunca, indicó, es necesaria la espiritualidad y nosotros como Caballeros y Damas aportamos a nuestra sociedad estos valores del espíritu.
Animó a los nuevos Caballeros que se iban a investir a recoger la antorcha para que den testimonio de esta nueva espiritualidad y para que no tengan miedo, y que profundicen en su interior donde están los valores del espíritu y sobre todo el espíritu de caridad y amor al hombre que es lo que impulsó a San Juan de Dios. Concluyó la homilía rogando para que Dios nos ayude a todos para hacer esto realidad, para que seamos una Orden de maestros en el espíritu.
Acto seguido a la exposición del Gran Maestre se presentaron a los principales miembros de la junta directiva de la asociación que estaban allí presentes. Como Senescal, la Excma. Sra. Doña María del Carmen Maroto Vela; como Canciller el Ilmo. Sr. D. Andrés Tortosa Muñoz; como Arcarius el Ilmo. Sr. Don Jesús García Muñoz; como Vicesenescal el Ilmo. Sr. D. Valentín Pedrosa Rivas; como Vicecanciller el Ilmo. Sr. D. José Maldonado Martínez. Los vocales que pertenecen a la Junta Directiva y que estaban allí presentes fueron omitidos.
Primero comenzó el acto de investidura del Decurión, donde el Caballero Prefecto interpeló al postulante si estaba dispuesto a ser Decurión, profesar obediencia y aceptar el modo de vida de la Orden. El Decurión postulante leyó la profesión de fe en nombre de todos con la mano puesta sobre el Evangelio. Después de una pequeña oración, comenzó la investidura de los Decuriones mediante el rito del espaldarazo, donde se utiliza una espada que toca primero en el hombro derecho del Decurión arrodillado, luego en el hombro izquierdo y finalmente en la cabeza. El Decurión investido fue el Sr. D. Carlos Roche Vilanova, acompañado por sus padrinos el Ilmo. Sr. D. Juan Luís Aguilera Castilla y el Ilmo. Sr. D. Juan Carlos Carrillo Santos.
Finalizada la investidura de los grados menores de la orden, comenzó la investidura de los Caballeros con el Gran Maestre realizando una interpelación general donde se aludió a los asistentes a poner alguna objeción a los aspirantes o que guardaran silencio en lo sucesivo. Ya que ninguno de los que allí estaban puso objeción alguna, se presentó cada uno de los Caballeros leyendo sus respectivos currículos abreviados por el Caballero Magister Ceremoniarum. Después de la Profesión de Fe, llegó el ritual de investidura y espaldarazo, donde cada Caballero se postró de rodillas en un reclinatorio frente al sagrario y afirmó su voluntad de ser nombrado Caballero del Santo Sepulcro y Basílica de San Juan de Dios. Aún de rodillas, se les impuso la muceta y la venera de la Orden bendecida, recibieron el espaldarazo con el bastón de San Juan de Dios, dando un golpe a la derecha, otro a la izquierda y otro a la derecha. Antes de levantarse cada Caballero besó la reliquia del Santo que está en el báculo, recibió su diploma que lo acredita como miembro de la Orden y regresó a su sitio.
En el momento de la investidura cada Caballero estuvo acompañado por dos padrinos. Los dos Caballeros investidos junto con los nombres de sus padrinos fueron:
• Ilmo. Sr. D. Julio Bautista Torá apadrinado el Ilmo. Sr. D. Francisco Rus Palma y el Ilmo. Sr. D. Vicente Delgado Florencio.
• Ilmo. José Manuel Saiz Álvarez acompañado por la Ilm. Sr. D. Carlos Gracián Alcaide y el Ilmo. Sr. D. Antonio Alaminos López.
Una vez terminada la investidura se inició la procesión al camarín donde descansan los restos de San Juan de Dios. Llegados al camarín y con las puertas del mismo abiertas, todos los Caballeros y Damas, situadas alrededor de la urna con los restos del Santo, hicieron juramento ante las reliquias de San Juan de Dios. Iniciaron la procesión de vuelta mientras se escuchaba el Te Deum y todos los recién investidos volvieron a la Iglesia, recibiendo el saludo litúrgico de los Caballeros que los habían apadrinado.
El Gran Maestre, con una bendición, concluyó la ceremonia.