Entrevista en el diario IDEAL de Granada al Caballero de San Juan de Dios Don Francisco Rodríguez Aguado, docente en la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la UGR, uno de los primeros matrones de la historia médica granadina, autor de libros taurinos y experto en heráldica.-
Francisco Rodríguez Aguado, en una sala de paritorios del Clínico. / Fotografía de González Molero / IDEAL.-
Entrevista en el diario IDEAL de Granada al Caballero de San Juan de Dios Don Francisco Rodríguez Aguado, docente en la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la UGR, uno de los primeros matrones de la historia médica granadina, autor de libros taurinos y experto en heráldica.
Entrevista de Manuel Pedreira / Granada / en IDEAL.es y en la edición impresa.-
http://www.ideal.es/granada/201512/13/parto-puede-bien-torcerse-20151208010227.html
IDEAL, 13 Diciembre 2015
A Paco Rodríguez Aguado se lo comen a besos sus antiguas compañeras del área de Ginecología del hospital Clínico. Llevan tiempo sin verlo porque Paco, uno de los primeros matrones de la historia médica granadina, se jubiló antes de tiempo por un problema cardiaco y en los últimos años ha estado pachucho aunque, afortunadamente, va saliendo del trance. «Los corticoides me están poniendo cara de pan, ¿verdad?», les comenta a sus compañeras, con las que intercambia confidencias y abrazos en las mismas estancias que han visto venir al mundo a miles de granadinos.
Varios de esos miles lo han hecho gracias a los oficios, la (pa)ciencia y las manos de este hombretón de 64 años que estudió Enfermería, ejerció su profesión durante casi cuatro décadas y durante quince años simultaneó su trabajo en las salas de parto con la docencia en la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud.
Paco es incapaz de calcular una cifra siquiera aproximada de los partos en que ha intervenido pero unos cuantos de ellos no se han borrado de su memoria, entre ellos, el primero. «Gracias a mi maestro, el catedrático Luis Navarrete López-Cózar, me incorporé a una unidad perinatal especializada en embarazos de alto riesgo. Tratábamos a las mujeres que pasaban su gestación sin apenas control e intentábamos suplir esa carencia. Más adelante, estudié la especialidad de matrón y llegó el momento de mi primer parto. Yo ya había visto cesáreas, fórceps, partos naturales… un poco de todo, pero cuando llegué mi primer día de prácticas y me dijeron ‘venga, lávate que tienes un parto’, me entraron muchos nervios», rememora.
Aquel alumbramiento terminó con lágrimas de alegría, mucha emoción y abrazos. Paco tampoco ha olvidado otros tres lances «horribles» vividos en el paritorio. «Las tres veces sentí que se me iban la madre y el niño, que se me morían. Al final nunca ocurrió pero el mal rato es inolvidable. Un parto puede ir muy bien desde el principio y torcerse en un momento. La gente piensa que aquí todo es muy bonito, que todo consiste en traer niños al mundo y todo es alegría y ternura pero con frecuencia es una labor muy estresante», sentencia.
Paco lamenta que el franquismo discriminara a los hombres para ser matrones y apunta que ya los hubo en la época de los Reyes Católicos. «El oficio ha cambiado mucho. Antes se paría en las casas, en cortijos sin luz ni agua. La mortalidad, el sufrimiento fetal y las secuelas eran muy altas. Eso de que antes se paría en las casas y todos salían adelante es falso. Por eso no me gusta esa tendencia de los últimos años de regresar al primitivismo», opina este matrón, que en sus últimos años vivió los avances más punteros de la tecnología médica pero que en los primeros escuchó muchas veces aquella frase de «ha sido niña» en boca de una enfermera, seguida de la inevitable pregunta del padre: «¿está entera?».
Las nuevas generaciones de matrones y matronas llegan a la sala de partos «muy preparados» aunque nada los puede librar de llevarse sustos. Paco, que ya tiene nietos y ahora reparte su tiempo en múltiples aficiones -es autor de libros taurinos y es un experto en heráldica- nunca se atrevió a dirigir los partos de sus hijos o sus nietos. «Antes el objetivo es que la madre se llevara a su hijo vivo. Ahora, que se lo lleve vivo y sano», concluye.
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